lunes, 22 de febrero de 2016

JORNADA 9: LUBIÁN - A GUDIÑA (18/09/2015)

A las 7 de la mañana ya estaban las luces encendidas y todos, menos yo (que aún seguía en la cama, claro), ya estaban levantados y vestidos. Daba la sensación de que todo el mundo, ciclistas incluidos, tenía una prisa loca por empezar la jornada ¡Pero si aún era de noche!
Una vez terminado el desayuno y con la mochila arreglada y yo también, empecé a andar. Eran las 7:50 de la mañana y, por supuesto, no quedaba un alma en el albergue ¡hasta los ciclistas ya se habían ido! y eso que acababa de amanecer. Las neuras del Camino, supongo.
La salida del pueblo no tiene ninguna complicación y, hasta el Santuario de la Tuiza, el tramo del camino es muy llevadero. Justo antes del Santuario hay que cruzar el río Tuela (quinto río de mi camino). El Santuario está muy bien conservado, y parece estar acondicionado para celebrar romerías y similares.







Una vez que se deja atrás el Santuario, viene una ligera bajada y, a partir de ahí, empieza la auténtica subida al puerto de A Canda.

Toda la subida transcurre entre bosques y por caminos que, cuando llueve, deben ser auténticas torrenteras que dificultan mucho la subida, que ya es bastante dura por ella misma, sin necesidad de dificultades extra.






A mitad de subida me encontré con una pareja de peregrinos belgas, ya mayores, con los que había coincidido en el albergue de Lubián. Habían salido media hora antes que yo así que, cuando les adelanté, pensé: o ellos van muy lentos o yo voy muy rápido. La respuesta es evidente: ellos andaban muy lentamente.












Llegué a la cima bastante cansado, así que aproveché para descansar un poco y hacer unas fotos. En la misma cima está la frontera entre las provincias de Zamora y Ourense ¡Ya estoy en Galicia!







A partir de ahí empieza una agradable bajada hasta Vilavella. Una vez en el pueblo, tocaba buscar un bar para dar buena cuenta de un bocata, que ya era hora. Desde antes incluso de la entrada del pueblo, había carteles que anunciaban un bar en Vilavella. Este tipo de carteles normalmente tienen en mí un efectpo disuasorio pero, no sé por qué razón, esta vez me dije ¡vamos a probarlo! Fue un acierto pleno. Se trata de un bar moderno, bien montado, limpio y muy bien atendido. Totalmente recomendable. Se trata del Bar On y debo decir que el bocata de jamón estuvo impresionante. Ah! y tiene wi-fi y enchufes para cargar el móvil. Un diez.















Con la panza llena, a seguir caminando que todavía falta para llegar a A Gudiña, mi fin de etapa previsto (a estas alturas todavía tenía dudas de dónde finalizar la etapa pues me habían dicho que el albergue estaba cerrado por fumigación). El camino pasa por las aldeas de O Pereiro y O Cañizo. Estamos en la Galicia profunda, pueblos muy pequeños sin ningún servicio y sin un alma en las calles.















La segunda parte de la jornada, a partir de Vilavella, se hizo tan pesada o más que la primera. Todo son subidas y bajadas. Normalmente uno se alegra cuando hay una bajada, pero en Galicia no porque sabes que a continuación viene una subida para compensar. Lo que viene siendo el llano gallego, vamos.

















A medida que me iba acercando a mi destino (el último tramo, para más inri es por carretera), más horroroso era el paisaje ¿Por qué será que cuanto mayor es el pueblo o ciudad, más desagradable es su entrada?

Llegué a A Gudiña bastante cansado y preocupado por el tema del albergue. Falsa alarma, era otro de tantos bulos del camino (algunos interesados y otros difundidos por el enterado de turno, que se siente realizado dejando patente que él sabe más que el resto de peregrinos). El albergue estaba abierto y con una hermosa cama esperándome.
Eran las cuatro de la tarde así que, una vez registrado en el albergue y tomado posesión de mi cama (por supuesto, en la parte baja de la litera), me dí una ducha de las llamadas reparadoras y, luego, a hacer la colada, que falta hacía.
En el albergue coincidimos los 7 que íbamos a pie y habíamos coincidido en Lubián. Entre ellos, uno que vive en Barcelona y que debe ser andaluz y que iba de enteradillo y de sobrado. Fue el que difundió el rumor del albergue cerrado y, ya en Lubián, me dejó con la mosca tras la oreja. Demasiado arreglado, repeinado y uniformado. Dijo había llegado a la una a A Gudiña y parecía un boina verde con el uniforme militar que llevaba, impecable y sin una sola arruga. Unos franceses que llegaron cuando yo llegué y que también estaban en Lubián, y con los que luego hice muy buenas migas, me dijeron que, aunque habían salido antes que él, en ningún momento se lo encontraron por el camino ni, por supuesto les adelantó, lo que aumentó aún más mis sospechas de que allí había gato encerrado. En fin, tampoco importa mucho, cada uno hace el Camino como quiere o puede.
También estaba en el albergue un hombre mayor con aspecto de aguantar lo que le echen. Dijo que tenía 72 años, hacía el camino solo, estaba jubildado y había sido encofrador y pastor. Muy buena gente.
Además estaba la pareja de jubilados franceses que he mencionado antes, muy amables y educados, y una pareja belga que son un poco raros, pero buena gente también.
Más tarde aparecieron por el albergue cuatro ciclistas: uno que iba solo, una pareja muy maja, y un señor mayor, de Almendralejo, que me dijo que era el sexto Camino que hacía y las seis veces había hecho el Sanabrés. Decía que así ya conoce el terreno que pisa y no se pierde. Sus jornadas eran de unos 100 kilómetros, alternando camino y carretera. Como dijo el torero, tiene que haber gente para todo. Aunque debo reconocer que era una persona entrañable.
Antes de cenar, me dediqué a dar un paseo por el pueblo y aproveché para ir a la farmacia para comprar una aguja hipodérmica para pinchar la ampolla del talón, que me seguía molestando, aunque decidí esperar un día más porque me daba la sensación de que la ampolla aún estaba un poco verde.




El paseo por el pueblo me dejó un poco preocupado porque había un cartel que anunciaba un desvío por las dichosas obras del AVE. Esto suponía alargar varios kilómetros la jornada y, sobre todo, no pasar por Campobecerros, que era uno de mis finales de jornada innegociables.


Antes de ir a cenar pasé por el albergue para comentarle al hospitalero lo del desvío de la jornada de mañana. Me dijo que no hiciera caso, que él había estado en Campobecerros esta misma mañana y que no había ningún problema para llegar. Respiré aliviado y me fui a cenar sin ninguna preocupación por la jornada del día siguiente. La cena fue en el Bar El Peregrino, en la misma carretera nacional: sopa de fideos y tortilla española.
Después de cenar, a las 21:20 llegué al albergue y ya estaban todas las luces apagadas y la gente durmiendo. Supongo que por eso madrugan tanto.

RESUMEN DE LA JORNADA
  
Distancia recorrida: 25,7 kilómetros.
  
Altitud máxima: 1259 metros
  
Altitud mínima: 932 metros

Ascenso acumulado: 665 metros

Descenso acumulado: 720 metros
  
Velocidad media: 3,4 km/h

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