domingo, 2 de octubre de 2011

DECIMOTERCERA JORNADA (21-09-2011): OURENSE – A LAXE (58,34 Km.)

Esta mañana Joan se encontraba un poco mejor. Entre descansar, dormir y los medicamentos que estuvo tomando, había mejorado bastante. ¡Podíamos continuar!

Desayunamos lo de siempre a las 8:30 y a las 9:15 empezamos a pedalear. La salida de Ourense fue un coñazo porque la ruta recomendada de salida hasta el puente romano sobre el río Miño es toda en dirección prohibida. ¿Cuándo pensarás alguien en los bicigrinos? ¿acaso somos invisibles?

Una vez en el puente romano, aprovechamos para hacernos unas fotos y para inmortalizar un puente ultramoderno que, cosa rara, tiene su encanto.




La salida de Ourense se puede hacer por dos rutas distintas: por Tamallancos, muy difícil y con mucha subida y por Amoeiro, que es la que escogimos nosotros que es mucho más difícil y con más subida aún. Somos masoquistas, pero habíamos oído hablar tanto de la Costiña de Canedo que quisimos verla de cerca.

Una vez cruzado el puente romano, se pasa frente a la estación del tren y se sigue por una calle de mucho tráfico hasta el desvío de Canedo.


Una vez tomado el desvío, empieza la cuesta arriba. Se pasa por un polígono industrial, ya con bastante cuesta arriba y, una vez cruzado el puente del ferrocarril empieza la Costiña propiamente dicha. ¿Qué decir de la costiña de marras? … ¡brutal! Son 2,5 kilómetros con una pendiente media del 19%, con esto está dicho todo. Parece ser que se trata de una antigua calzada romana que, en su momento, asfaltaron, pero yo creo que más bien se equivocaron y asfaltaron el cortafuegos.

Hicimos lo que pudimos, lo intentamos, pero uno a uno fuimos cayendo, y … ¡otra vez empujing! Incluso empujar las bicis era complicado, costaba un montón.






Como todo en esta vida tiene un final, la dichos costiña también lo tuvo. Lo primero que hicimos al llegar a la cima, Cima da Costa como dicen ellos, fue ponernos a beber como locos en una fuente que indica que quedan 99 Km. hasta Santiago. Y lo siguiente fue celebrarlo. A pesar del empujing, nos había costado más que casi todas las subidas que habíamos hecho hasta ahora.





Después de la costiña, el camino se estropea. Ya no hay asfalto, y sigue la cuesta arriba, pero más discreta. Tiene zonas complicadas para la bici, pero esto ya no es novedad. Así se sigue hasta Ponte Mandrás.








Se sigue un poco más y se llega a Casasnovas, donde aprovechamos para avituallarnos en un bar, en la misma carretera nacional, que ponía que tenían pan de Cea. Nos vino bien el descanso porque Joan seguía bastante débil.








Después del avituallamiento, seguimos hasta Cea, por un camino bastante malo. Una vez allí, intentamos sellar en el albergue, pero, otra vez, intento fallido. En la mayoría de albergues no hay forma de sellar por la mañana.


Desde Cea seguimos hasta Piñor por una carretera secundaria y, allí, nos dieron el susto del Camino. A un señor se le escapó una vaca y venía corriendo como una loca directa hacia nosotros (hacia Malen, más bien). Por suerte, el hombre pudo controlarla en el último momento. En esta vida, todo tiene su lectura positiva. Después del susto de la vaca, ya no nos acordábamos de la Costiña de Canedo.

En Piñor encontramos una fuente con el yugo y las flechas y pasamos lo más rápido posible ya que en las afueras hay una especie de polígono industrial en que todo son fábricas de ataúdes. ¡Qué escalofríos al pasar por delante!


Seguimos adelante para enlazar con la carretera nacional 525 ya que Joan no estaba paras muchos caminos. Después de seguir subiendo, por fin llegamos a la carretera y, en seguida, encontramos un sitio bastante curioso, donde aprovechamos para hacer un descanso. Se trataba de la Asociación de la Bandera Española, en cuyo parking hay una bandera constitucional, pero en la fachada del edificio están, a buen tamaño, el yugo y las flechas de Falange.



Hasta Castro Dozón es todo subida, bastante subida. Seguimos por la nacional, subiendo mucho y bajando poco, o esa era la impresión que teníamos.



Seguimos hasta Lalín, donde aprovechamos para tomarnos unos refrescos y comprar aquarius para Joan y seguimos hasta A Laxe, donde habíamos decidido pernoctar.

El albergue es una maravilla, tiene de todo, hasta máquinas para café y snacks. Es grande, espacioso y sólo éramos 8 personas, dos chicas brasileñas de a pié y ¡seis bicigrinos! Por primera vez éramos mayoría en el albergue.


Cenamos en un restaurante que nos recomendaron (tampoco es que tenga mucho mérito: era el único del pueblo) bien y a buen precio.




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